sábado, 24 de octubre de 2009

Los complejos, prejuicios y tabúes sexuales


Pese a la aparente libertad sexual existente en la actualidad, nuestros conocimientos sobre el sexo no suelen estar a la altura de las circunstancias. Eso favorece que, con frecuencia, actuemos en la cama más en base a lo que creemos que “debe ser” que sobre la auténtica realidad.

Aún se mantienen arraigados numerosos tabúes, prejuicios y abiertas mentiras en torno al sexo que condicionan en la práctica nuestro comportamiento sexual.

La excitación sexual
Un prejuicio muy frecuente está relacionado con el concepto de excitación sexual. Todo el mundo sabe que la reacción corporal a la excitación es, en los hombres, la erección del pene y, en las mujeres, la humidificación de la vagina.
Tal idea, que es cierta, induce, sin embargo, a dos tipos de errores en la cama. Uno de ellos, más común en las mujeres, es creer que como los hombres son muy visuales (lo que también es cierto) basta la contemplación del cuerpo femenino desnudo para que se exciten y entren en erección. Si eso no sucede cuando ellos entran en la cama y la encuentran a ella desnuda es que pasa algo. Y, en realidad, no sucede nada anormal.

Lo real es que un simple desnudo no excita a un hombre, necesariamente; le excita las expectativas eróticas que tal desnudo levante en él. Y lo real, también, que que un desnudo repetidamente visto levanta cada vez menos expectativas en quien lo contempla.

Consecuencia: lo frecuente es que tras un breve tiempo de convivencia, los hombres no se acuestan con una erección simplemente por ver a su compañera desnuda. Tiene que haber algo más para que eso suceda.


El gatillazo
El otro error afecta tanto a hombres como a mujeres, y consiste en pensar que cuando el pene está en erección y la vagina mojada sus portadores están sexualmente excitados desde un punto psicológico. Eso les hace pensar que el otro está preparado o preparada para la relación sexual, la cual se inicia con altas probabilidades de que el compañero o compañera tenga un “gatillazo” (pérdida de erección o de humedad vaginal).

No hay ningún problema, como tiende a creerse, es que el cuerpo reacciona sexualmente de un modo más rápido y automático que la psique. Y si la persona que ha reaccionado de ese modo inicia una actividad sexual, como no está preparada psicológicamente, se inhibe y cierra las vías que mantienen la reacción corporal.


'Ponerse' espontáneamente
Eso también reza para las erecciones espontáneas nocturnas y matutinas (también existen humedades vaginales equivalentes, pero suelen interpretarse en términos higiénicos más que sexuales) que en la realidad NADA tienen que ver con el sexo, con sueños eróticos, con deseos sexuales o una mayor potencia sexual. El imaginario popular, sin embargo, les hace todas esas atribuciones.

El coito vaginal
El otro prejuicio común existente en la cama, entre hombres y mujeres, es que sólo es “sexo verdadero” aquella relación sexual que finalice, ineludiblemente, en un coito vaginal. Todo lo demás se considera indebido, accesorio, prescindible, cuando no abiertamente anormal.

Esto impide que muchas parejas disfruten con naturalidad del sexo oral, de la masturbación recíproca, de la masturbación propia frente a la pareja, de la masturbación mediante frotación con alguna parte de su cuerpo, etc... La idea que no hay que perder de vista es que el “sexo verdadero” son lo que solemos llamar preliminares. Todas esas caricias sexualmente intencionadas es sexo. Las demás acciones (coito, masturbación, sexo oral...) sólo son formas acordadas para llegar al orgasmo. Y todo ello en su conjunto es “sexo verdadero”.


El orgasmo femenino
Un tercer prejuicio muy común es creer que el coito vaginal por sí solo constituye la mejor manera de que las mujeres lleguen al orgasmo. Afecta, sobre todo, a los hombres. Pero es un prejuicio tan fuerte que alcanza a no pocas mujeres, quienes tienden a poner en cuestión lo que les dicta su realidad practica cotidiana (sabes a lo que me refiero ¿verdad?) por creérselo a pié juntilla. La realidad es que el coito vaginal puede ocasionar fuertes sensaciones eróticas en la mujer (también en el hombre), pero llegan a un punto en el que ya no dan más de sí. Seguir con ese estímulo permite alcanzar el orgasmo al hombre, pero en la mujer puede ocasionar escozor, no orgasmo. ¿Por qué? Porque, habrá que decirlo una vez más, el órgano responsable de desencadenar orgasmos (aunque se sientan contracciones vaginales) en la mujer es el clítoris. Y el coito, sea vaginal o de otra clase, tiende a dejar huérfano de estímulo a ese órgano, sobre todo en la posición del misionero y en las que el hombre accede a la mujer por detrás.

¿Qué significa esto? Que habrá que buscar el estímulo simultaneo del clítoris durante el coito, bien por la postura (la mujer tendida sobre el hombre) o con la mano de ella (también la de él, aunque resulta más difícil simultanear los movimientos de una mano y los de la pelvis, pero es posible).


¿Siempre dispuestos?
Otro prejuicio frecuente consiste en creer que el otro está dispuesto a mantener relaciones sexuales simplemente porque lo estamos nosotros. Cada cual tiene su tiempo y sus propias necesidades..., que no siempre coinciden con la del otro. Bastará tener esto en cuentas y un poco de diálogo para saber a qué atenerse en cada momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario